martes, 16 de octubre de 2007

La quinta estación.

Soy la quinta estación perdida
Y ebria del silencio y del tiempo y de las entrañas.

Soy esa estación equivoca entre las otras;
Por que hurto al invierno esa fría sensación de desplazarme
Y arrojo tormento en ojos y cuerpos.

Porque el desenfreno del verano que arde en tu sexo
Salvaje, vocifera los orgasmos que se abren en eterno ciclo,
Por esa primavera peluda que te crece en los llantos y lástimas.

Germinan los desacuerdos brotando
Del asco una risa de dos caras.

Porque esta estación no es en tiempo metafísico,
Tampoco pertenece a espacios habitados
Ni a soledades comunes;
Es el otoño en quimeras, abstracción
En la existencia deshojada,
Un propio viaje al infinito
Sin destino resuelto;
Como la gran respuesta al génesis terrestre.

Permanente estación, batalla constante.
Poco a poco descifrando la arquitectura de un corazón
Volcado, con vehemencia de soldado en primera fila,
Pronto al espanto.
Con desbordarte pasión de orgías francesas
Y un cúmulo de acidas pupilas.

La vida se retuerce y carece de tacto.
Y los amores son en el alba, simples espectros
De las noches eternas.

Buscando y rebuscando acantilados para seguir
Cayendo, como en catástrofe constante.

Porque un mundo viciado, no es equilibrio ni armonía;
Se alimenta de muertos y de pálidos instantes.

Por que día a día el mentirnos, es ya valor
Inculcado, incubado, desarrollado,
Con perfecta técnica teatral.






¿Y cual es el supuesto sustento?
Pareciera que la fe callo en un mal planeta
Y los dioses se esfumaron para dar paso a un software
De inconciencia terrestre.
Pareciéramos habitar infinitos mundos en
Cada rincón de nuestra alma agónica.
Pareciera que toda la política de los hombres
Cayera del recto de la avaricia.

Pero esfumarse no es el acuerdo, proyectarse tampoco.
Expectante al colapso futurista, como un sentimiento mundial,
Que precipita la desesperación en la que respira el linaje.
Y no hablo de mi propio veneno, ¡Por que estoy harto
De aullar entre avestruces, que ven el devenir como pájaros
Flotantes!.
Y se me manchan las manos de esta tinta inmunda,
Y se mancha la vista y el mundo y me falta poesía
Para desentrañarme y acabar con este acto.

Y es así todo, parece, y lo es,
Lo es, a ya lejos donde mi bruta cabeza
Rompe paredes impotentes y una voz despedaza la garganta
De un verso brutal y dice; ¡soy la quinta estación
Esa que nadie nombra!

1 comentario:

Andrés Ibáñez Carrillo dijo...

Recuerdo que mi amigo apellidado Rojo escribió parte de este poema el día en que venía viajando desde Arica, de regreso a la inmunda y triste ciudad de Iquique. Entonces, me mostó parte del poema y yo le dije: "Ehh, muy bien Maricus, vas por buen camino". Entonces, Dixon Rojo continuó y se alargó muchísimo más de lo que yo había leído. Pero lo importante es que es un buen poema el que has escrito, jetón. Las imágenes están muy logradas, y hay algunas que me han gustado más aún. Pues qué más que decirte que sigas subiendo textos nacidos de tu inconformidad constante... buen motor productor de poemas esto último.